Imagen -Psammodromus hispanicus - autora: Luchy Polo
acuarela sobre papel
Los largos veranos de la primera infancia. Sentada en el escalón que daba acceso a la puerta de la entrada en la casa de mis abuelos, aún soy capaz de sentir la sensación de frescor que desde ésa piedra subía por mi cuerpo a través del vestidito de verano. Después, apoyada boca abajo cual larga era sobre el escalón, observaba durante un tiempo infinito los movimientos de las lagartijas y como se contorsionaba el rabo de alguna, que ante el peligro se desprendía de él. Después me quedaba absorta viendo una pequeña hormiga que rápidamente se incorporaba a la tenue hilera que de forma ordenada y constante entraba por una rendija casi invisible al ojo humano hacia la casa. ¡Pobres, no sabían lo que les esperaba dentro si estaba mi madre!
No tenía más de 6 años y recuerdo defender ante los niños que eran del pueblo, la seguridad de aquellas lagartijas que a pedradas intentaban darles caza. Me parecían joyas que había que cuidar y proteger porque sus colores eran verdes y sus cuerpos tenían como escamas duras, sus ojos negros miraban de forma insistente y lo mejor……….estaban vivas.
Sin embargo, cuando alguna caía en sus manos y la abrían, he de reconocer que la curiosidad me incitaba a ver sus órganos internos, sus pulmones, su corazón, los intestinos, es esa otra parte de la vida que cuando conoces, te hace apartar todo el miedo ancestral, la vida-muerte en el plano físico es indisoluble.
Probablemente, sin yo saberlo ya apuntaba maneras, y era un avance de lo que en cuarto de carrera fue un plantón al sistema educativo. Me negué en rotundo a sacrificar a una rata de laboratorio para ver su anatomía interna (mi argumento fué que eso ya lo había realizado en primero, en una vivisección en la que había obtenido buena nota, por lo que no veía coherente sacrificar otro animal, salvo que el objetivo fuese otro……. que no lo era). Tuve suerte, no hubo represalias.
El respeto sale del conocimiento. Si nos acercamos, aunque sólo sea un poco, a lo que significa la VIDA en la Tierra, comprenderemos que toda forma viva, por el mero hecho de existir, tiene derecho a la vida.
-. La lagartija es el broche de las tapias.-
Greguerías. Ramón Gómez de la Serna
3 comentarios:
Luchy, esa infancia que cuentas es la mia, ¡¡¡pero sin el vestidito, eh!!!. Yo con pantalón corto.
Para recuerdos tristes, lo que separa la vida de la muerte, la defensa de los seres vivos, es lo que ocurrió un verano en el pueblo. No tendría más de ocho o nueve años (tendría que confirmarlo con el "recordatorio de eventos", o sea mi madre). La vecina del pueblo, nos entregó a los niños (y niñas, que cuando quieren ser crueles ...) los gatitos recién nacidos de una camada. Por aquello del control demográfico minino en el municipio. Nos dieron cuatro o cinco gatitos con un par de dias de vida simplemente para que los matásemos.
Les cogimos entre los brazos, jugamos con ellos hasta el momento decisivo, un instante en que hay que parar y evitar el apego con el ser vivo por insignificante que pueda parecer. Para eso para que no adquiera un significado especial en nosotros y siga siendo un ser anónimo. Dejamos de jugar para proceder a la ejecución y la elección de una forma para hacerla lo más "humana" posible.
Al año siguiente ya nos negamos recoger los gatitos para tan vil acción. Ya se ocuparían los dueños. O tal vez algún niño más "valiente".
Cada años ocurría lo mismo. Las gatas parían y había que hacer control de población. Algunas tardes nos dejaban jugar con los gatitos otras sólo verlos. Después se los devolvíamos a la vecina. Sabíamos que al dia siguiente ya no habría gatitos.
Después, cuando crecemos, ¿Nos importa más la vida?, o ¿o somos más indiferentes a la muerte y por consiguiente no atrae menos?
Luigi
¡Luego decimos de los niños!¡menudos pasatiempos os proponían los adultos!
Aunque es terrible, gracias por compartirlo, está claro que tenemos una misión importante para concienciar a las nuevas generaciones.
👍😂
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