¿Y cuando migras tú?

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Imagen - Cigueños (detalle) - autora: Luchy Polo
acrílico s/papel


En esta época es normal ver bandos de cigüeñas de varios individuos, probablemente con vínculos familiares, en los prados y campos de cultivo.
También a los nidos ya abandonados sus últimos moradores hacen unas breves visitas, como para ver que todo queda en orden, las persianas medio bajadas, el gas desconectado y la llave bien echada. De alguna forma empiezan a reunirse para en poco tiempo empezar la vuelta a sus cuarteles de invierno en el África subsahariana, donde vivrán éste periodo. Hay un lugar especialmente importante de paso, que es toda la franja de Tarifa-Estrecho de Gibraltar donde al final del verano y principio del otoño empezará a haber un buen tráfico alado (que no tendrá necesidad de controladores aéreos), al igual que ocurre un poco más abajo a pie de asfalto con la vuelta de todas las personas de origen africano que viven y trabajan en Europa.

Nosotros los humanos, como siempre, contracorriente del calendario natural. Nuestras migraciones no se rigen por la mayor o menor inclinación de los rayos solares o por la variación de los campos magnéticos de la Tierra o por el momento idóneo para la obtención de alimentos. Más bien dependen del insulso calendario laboral o peor aún, del calendario político.

¡Buen viaje a todos!

Mermelada de mora

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Imagen -Etiqueta - autora: Luchy Polo
Tinta china s/papel


Finales de agosto, primeros de septiembre. Es otro momento que tengo insertado en el cerebro, cuando maduran las zarzamoras (Rubus fruticosus, L.1753). Perteneciente a la familia de las Rosaceae, se caracteriza por presentar simultáneamente las flores y los frutos, en forma de polidrupa, es decir, el fruto que vemos realmente está formado por varios frutos, unidos al mismo receptáculo, en distintos colores, correspondiente a los distintos estados de maduración verde, rojo y negro-morado. Las flores formadas por cinco sépalos y cinco pétalos se sitúan en las ramas nuevas a forma de ramillete, van del blanco al rosa en sus distintas intensidades.

Me vuelven loca y sacan de mí esa parte incontrolable que no puede parar a pesar de los aguijones a pesar de los arañazos, a pesar de los enjambres de abejas y avispas... bueno, más que a pesar, entrando en una competencia encarnizada. Es algo que mi familia acepta de forma cauta, los arrastro a los caminos a veces polvorientos y me da igual que quieran o no, en esto no soy nada asertiva, es mi momento salvaje, así que de forma resignada recogen los frutos y sujetan los botes o bolsas para que yo vaya echando los míos.

Lo que realmente me gusta, es pensar que disfrutan de ellas la fauna de la zona y viendo los precios que tienen las pequeñas terrinas en ciertos supermercados, pues….como que aprecio aún más que sea silvestre y pueda disponer de ella.

Esa es la parte actual; la parte histórica es la que corresponde a la sierra de Madrid, con el correspondiente vestidito de verano en las colonias de verano (campamento), recogiendo el preciado fruto de forma cómoda ya que mi vestido ese año tenía dos bolsillos en la falda, je, je un diseño muy bueno pesé yo. Llegué con los bolsillos como dos alforjas a la residencia. Lo que no sé es lo que pensó mi madre cuando al final del campamento llegó el vestido lleno de manchurrones morados de las moras que en lógico transporte habían sufrido un aplastamiento y como resultado del mismo habían empezado a destilar su dulce y bien coloreado jugo.


Creo que las manchas nunca pudieron quitarlas y recuerdo la petición de mi madre de utilizar una cesta o una bolsa para la próxima vez, mientras mi padre intentaba camuflar a duras penas, una risa que delataba el recuerdo de una situación similar en su infancia. Siempre que llega esta época me veo saltando de peña en peña por Guadarrama, con mis bolsillos llenos de moras, intentado no caerme para no perder la cosecha de ese día.

En mis correrías durante los estudios, la cosa fue peor porque el tema era ir por las paredes de piedras que delimitan las fincas cercanas al embalse del Vellón haciendo equilibrios, en uno de ellos me enganché en una zarza con tan mala pata que perdí el equilibrio y aunque no caí encima de la zarza si me la llevé en el salto y rasgó uno de mis gemelos…. Tengo una bonitas líneas paralelas blanquecinas que lo recorren a forma de estrías, je, je son las cicatrices de esa afición y siempre que las veo se me cruza esa sonrisa de sorna que dice “sarna con gusto no pica pero mortifica”.

Luego vino la etapa tranquila y programada, en la que el tema pasó a ser industrial, alguien dijo que tenía la receta de la mermelada y allí nos ves a todos los amigotes poniendo pingando la cocina, ya en Ourense, y dejando inutilizables los cacharros de cocina, para hacer unos cuantos botes de mermelada de mora que una vez fríos, a duras penas se podía comer por la dureza que imponían las semillas y su excesiva cocción.

Hoy mismo, en mi paseo matutino con Ardea, he descubierto una nueva zona y catado la primera del año, algo ácida por cierto.

En definitiva, para esta cosecha del 2010 ya tengo preparados los botes con asas y por supuesto, localizadas las mejores zarzas.

Quizás porque mi niñez sigue jugando en tu playa...

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Imagen - Luanco - autora: Luchy Polo

acuarela s/moleskine


Si es cierto quizás sea por eso o porque cuando estoy sumergida en el mar me hago consciente de la impronta, que tantas generaciones y generaciones de animales han dejado en el proceso evolutivo hasta llegar a mí y tengo la sensación que vuelvo al origen………. al origen de la vida……… al mar.


Si, es como cuando uno vuelve a casa siente esa seguridad de lo conocido. De peque no me hubiese importado tener branquias. Ahora más mayorcita mis baños son más cortos, aunque con esa sensación tan intensa de pertenencia a un medio que aparentemente es hostil para el género humano.



No puedo evitar una vez pasada la primera impresión por el cambio de temperatura, sumergirme lentamente y buceando mirar lo que hay a mi alrededor, tomar conciencia de lo que me rodea e hinchar bien los pulmones (bueno esto es en sentido figurado), después salgo sintiendo como el agua se escurre por mi cara y seguidamente vuelvo a entrar con el característico “golpe de riñón” para impulsarme hasta el fondo.


Son unos minutos que está claro, no puedo disimular, son míos y sólo míos! Y eso lo notan los que me rodean. Luego puedo volver con todos a jugar, a nadar, a husmear por las rocas, a pasear, al chiringuito, a lo que sea…. Pero ese contacto con el mar es vital para mí.


Estar en la superficie muchas veces es inquietante. Me siento más segura cuando mis oídos notan el cambio de presión y tienen que compensarla, los sonidos se ensordecen y la luz que se ve se tamiza a su paso por el medio líquido.


El efecto del agua marina, mas la brisa, mas el tacto de la arena, es el mejor lifting que conozco, ni cremas ni inventos ni nada, mi expresión se transforma se relaja y sale mi Yo. Je, je ¿tengo que vivir en el mar? Pues probablemente.

Hacía mucho tiempo que no dibujaba asuntos marinos. Lo solía hacer durante la carrera, cuando ilustraba los perfiles de la costa, con las distintas líneas donde se sitúan los organismos, apuntes rápidos con un sentido más de ubicación que artístico.

Este que os dejo hoy también es rápido y refleja sobre todo, el color de esas estructuras que por esta época se hacen sitio sobre la arena.

Prácticas de vuelo

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Imagen - Desplegando alas - autora: Luchy Polo
Aguada de tinta china sepia s/papel


Este año han vuelto a anidar las gaviotas argénteas (Larus argentatus, Pontoppidan, 1763) en la linterna de la iglesia de Santa María Nai en Ourense.

Allá por febrero, entre reunión y reunión de trabajo, presencié una de las cópulas y no puede más que advertir a una compañera que se estaba produciendo un acontecimiento que tendría consecuencias en los futuros meses.

Han nacido dos pollos y en estos momentos ya tienen un tamaño muy considerable. Los de este año se desenvuelven muy bien y saltan al tejado que hay inmediatamente debajo de la cornisa donde está el nido. Sin embargo, al contrario que el año pasado http://animalesreunidos.blogspot.com/2010/02/pero-que-haces-tu-aqui.html, no presentan ninguna dificultad para volver a su sitio. Es más, la inclinación del tejado la utilizan como rampa de despegue y aterrizaje, donde empiezan a realizar sus primeras prácticas de vuelo. Despliegan sus alas y las baten con fuerza repetidamente, luego se preparan y dando un saltito se mantienen en el aire unos segundos aterrizando un poco a plomo en el tejado, siempre bajo la atenta mirada de alguno de los adultos.

¡Qué difícil es dejar “volar” a los pollos!. Hay que observar y procurar no intervenir mucho.