¿Por qué el otoño entristece?

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Imagen - Caen las hojas - autora: Luchy Polo
acuarela s/papel
Hay personas que dicen que el otoño es triste, gris, lleno de melancolía... Puedo entenderlo, porque suele coincidir con la vuelta a la normalidad después de las vacaciones, días que se acortan y los primeros vientos, fríos y lluvias. Dicho así puede dar pie a esas emociones de tristeza y melancolía.


Sin embargo el otoño realmente es la culminación de muchos ciclos vitales con la maduración de muchos frutos, como la castaña, las calabazas, los membrillos, los boniatos, las nueces, las avellanas… sigo? Muchos mamíferos empiezan sus paradas nupciales, otros tienen sus últimas camadas. ¡Caramba para ser tan triste el otoño, viene lleno de recursos…!


Los bosques se hacen jugosos, se hidratan y expelen un aroma especial que te incita a inspirar sus olores, a pasar la mano por las cortezas llenas de líquenes y musgos en pleno funcionamiento. A llenar la retina de amarillos, verdes, anaranjados, rojos y marrones. A pisar su almohadillado suelo, en donde poco a poco las hojas llenas de la energía acumulada por la insolación de la primavera y el verano, rinden homenaje a ese suelo que las acoge y con el que lentamente se fundirán, realimentándolo, nutriéndolo y preparándolo, para que sea rico en la próxima primavera.

El otoño para mi es libertad. Libertad de movimiento, no hace calor y sin embargo muchos días son tibios y dulces. Es la época en que más pateo el campo, que más salidas hacía de espeleología, que menos preocupaciones tenía (había terminado mi divertido y agotador, trabajo de verano, ya tenía recursos para el invierno y los exámenes aún quedaban lejos), cuando más salía con los amigos. Los humedales empiezan a ser interesantes… y como no… Vienen las grullas… Esas grullas que tantas satisfacciones nos han dado.

Ahora el otoño me trae la estampida sistemática de todos los turistas de verano en Allariz. El paseo de la Alameda y O Arnado y Acearrica a lo largo del río es sólo para mí, para mi disfrute, sus hojas, su humedad, sus colores, las piedras adquieren mayor profundidad y contraste.


Siempre que llega este momento, Clemente y yo nos miramos y nos reímos a carcajadas, recordando un final del verano con la casa llena de invitados, cada uno de su padre y de su madre, en el que las relaciones fueron difíciles, y cómo la meteorología se alió con nosotros como anfitriones y automáticamente las copiosas lluvias hicieron desaparecer hasta al más recalcitrante de los visitantes. Y nosotros sin saber qué pasaba, por qué nuestros desvelos no parecían gustar a nuestros invitados.



Y solos, paseando con Ardea, los dos nos preguntábamos qué había pasado, y de repente miramos a nuestro alrededor y luego nos miramos y dijimos ¡¡SOMOS FELICES!! nos encanta la lluvia, el otoño, el viento, ponernos las botas, la naturaleza , el sitio donde vivimos, nuestra casa eternamente por decorar y hacerla habitable… Siempre que llega esta época lo recordamos y nos entra la risa, esa risa de felicidad y de complicidad.
¡Que vengan muchos otoños... !


Por cierto,… nuestros visitantes volvieron otros años… distintos… de otra forma… habían resuelto sus problemas… Je, je y volvieron a estar muy a gusto, entre nosotros.


¿Os sigue pareciendo triste? No el otoño no es triste.