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animalesreunidos
Imagen -Etiqueta - autora: Luchy PoloTinta china s/papel
Finales de agosto, primeros de septiembre. Es otro momento que tengo insertado en el cerebro, cuando maduran las zarzamoras (Rubus fruticosus, L.1753). Perteneciente a la familia de las Rosaceae, se caracteriza por presentar simultáneamente las flores y los frutos, en forma de polidrupa, es decir, el fruto que vemos realmente está formado por varios frutos, unidos al mismo receptáculo, en distintos colores, correspondiente a los distintos estados de maduración verde, rojo y negro-morado. Las flores formadas por cinco sépalos y cinco pétalos se sitúan en las ramas nuevas a forma de ramillete, van del blanco al rosa en sus distintas intensidades.
Me vuelven loca y sacan de mí esa parte incontrolable que no puede parar a pesar de los aguijones a pesar de los arañazos, a pesar de los enjambres de abejas y avispas... bueno, más que a pesar, entrando en una competencia encarnizada. Es algo que mi familia acepta de forma cauta, los arrastro a los caminos a veces polvorientos y me da igual que quieran o no, en esto no soy nada asertiva, es mi momento salvaje, así que de forma resignada recogen los frutos y sujetan los botes o bolsas para que yo vaya echando los míos.
Lo que realmente me gusta, es pensar que disfrutan de ellas la fauna de la zona y viendo los precios que tienen las pequeñas terrinas en ciertos supermercados, pues….como que aprecio aún más que sea silvestre y pueda disponer de ella.
Esa es la parte actual; la parte histórica es la que corresponde a la sierra de Madrid, con el correspondiente vestidito de verano en las colonias de verano (campamento), recogiendo el preciado fruto de forma cómoda ya que mi vestido ese año tenía dos bolsillos en la falda, je, je un diseño muy bueno pesé yo. Llegué con los bolsillos como dos alforjas a la residencia. Lo que no sé es lo que pensó mi madre cuando al final del campamento llegó el vestido lleno de manchurrones morados de las moras que en lógico transporte habían sufrido un aplastamiento y como resultado del mismo habían empezado a destilar su dulce y bien coloreado jugo.
Creo que las manchas nunca pudieron quitarlas y recuerdo la petición de mi madre de utilizar una cesta o una bolsa para la próxima vez, mientras mi padre intentaba camuflar a duras penas, una risa que delataba el recuerdo de una situación similar en su infancia. Siempre que llega esta época me veo saltando de peña en peña por Guadarrama, con mis bolsillos llenos de moras, intentado no caerme para no perder la cosecha de ese día.
En mis correrías durante los estudios, la cosa fue peor porque el tema era ir por las paredes de piedras que delimitan las fincas cercanas al embalse del Vellón haciendo equilibrios, en uno de ellos me enganché en una zarza con tan mala pata que perdí el equilibrio y aunque no caí encima de la zarza si me la llevé en el salto y rasgó uno de mis gemelos…. Tengo una bonitas líneas paralelas blanquecinas que lo recorren a forma de estrías, je, je son las cicatrices de esa afición y siempre que las veo se me cruza esa sonrisa de sorna que dice “sarna con gusto no pica pero mortifica”.
Luego vino la etapa tranquila y programada, en la que el tema pasó a ser industrial, alguien dijo que tenía la receta de la mermelada y allí nos ves a todos los amigotes poniendo pingando la cocina, ya en Ourense, y dejando inutilizables los cacharros de cocina, para hacer unos cuantos botes de mermelada de mora que una vez fríos, a duras penas se podía comer por la dureza que imponían las semillas y su excesiva cocción.
Hoy mismo, en mi paseo matutino con Ardea, he descubierto una nueva zona y catado la primera del año, algo ácida por cierto.
En definitiva, para esta cosecha del 2010 ya tengo preparados los botes con asas y por supuesto, localizadas las mejores zarzas.