acuarela s/papel
Las fresas silvestres (Fragaria vesca, Coville) son un delicioso, fragante y colorista manjar que podemos disfrutar a pequeñas dosis. Nada tiene que ver con las fresas y fresones que vemos en el mercado. Las silvestres son de un tamaño manifiestamente más reducido.
Sus flores se componen de cinco pétalos blancos y cinco sépalos y aunque le llamamos fruta, la fresa realmente es un engrosamiento del receptáculo floral llamado eterio cuya misión es contener los verdaderos frutos, esas micropepitas llamadas aquenios (frutos secos).
Las que están en el jardín, salieron de forma espontánea. Tengo tendencia a dejar que se desarrollen las hierbas que van apareciendo, esto ha ocasionado que algunos años tengamos preciosos rincones con diminutos pensamientos multicolores o verdaderos matorrales desmadejados. Sé que esta forma de entender el jardín va en contra de cualquier concepto paisajista profesional, ¡pero la curiosidad me puede! y necesito saber qué son esos pequeños brotes que suelen aparecer.
Como todo en el jardín, lo compartimos con animales de otras especies y muchas veces, la fresa más jugosa y en su punto de maduración, tienen la sorpresa por detrás, que demuestra que realmente era un buen ejemplar.
El caso es que estas diminutas fresas están muy ricas, con un puntito ácido. En una de sus visitas, Luigi se llevó varias plántulas que crecieron de forma espectacular en su casa de Madrid.
Un año extremadamente lluvioso hizo desaparecer cualquier vestigio de fresas. Lo que hicimos fue llevarnos dos plántulas de las estupendas matas de mi amigo, con lo cual volvieron a su origen.
Estas, se han desarrollado muy bien y llevan varios años dando frutos. El secreto está en que cuando pasan algunos años se agotan las plantas y hay que plantar nuevos individuos en otros lugares. Eso ya lo controlo ahora, por lo que siempre tengo pequeñas plantitas en espera de ubicarlas en distintos sitios.
Aunque donde esté la sorpresa y belleza de lo inesperado y espontaneo ¡que se quite la escrupulosa planificación!